Rodolfo Rotondaro, arquitecto, bioconstructor


Impulsor de formas de construcción menos agresivas con el planeta como la milenaria tierra cruda, Rodolfo Rotondaro explica con un tono docente que conoce a la perfección los beneficios de amigarse con el entorno.

Rotondaro

Impulsor de formas de construcción menos agresivas con el planeta como la milenaria tierra cruda, Rodolfo Rotondaro explica con un tono docente que conoce a la perfección los beneficios de amigarse con el entorno.

Adjunto en el Instituto de Arte Americano de  la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, y un entendido en construcciones de tierra, o bioconstrucciones, es un infatigable cultor del método que en los últimos años tuvo un marcado crecimiento en Argentina. Graduado en 1980 en la Universidad de Mar del Plata, obtuvo la maestría CEAA de CRATerre (Centre Internacional de la Construction en Terre) en Grenoble, Francia, en 1986.

-¿Cuáles son las ventajas de este tipo de construcción?

-La primera es de índole ambiental. La tierra genera mucho menos contaminación que cualquier material industrializado, como el cemento, la cal, el hormigón, que con sus procesos influyen sobre el calentamiento global. Se calcula que los materiales industrializados en el rubro representan un 30 por ciento de la contaminación que tiene que ver con el ozono y el dióxido de carbono. En cambio, los edificios construidos con tierra tienen un reciclado más rápido, con menor inversión de energía y se puede volver a utilizar. De hecho, se puede demoler un edificio entero y reciclarlo: Todo ese material se separa, se limpia, y se vuelven a fabricar nuevos bloques de adobe. Además, una casa construida con tierra requiere un uso menor de sistemas de climatización: Son frescas en verano y cálidas en invierno por su buena aislación.

-¿Podría decirse que es clave que esas variantes crezcan?

-La construcción con tierra y otros materiales ambientalmente sanos es una gran alternativa para conseguir un futuro con hábitat sustentable.

-¿Los bajos costos son otro de los beneficios?

-Puede tener bajos costos relativos: Es factible pensar y diseñar arquitecturas de normal mantenimiento y que además tengan costos adecuados para el interés social. En la Argentina tenemos una vasta experiencia de vivienda social construida con técnicas de tierra, con la que se puede economizar un 30 por ciento del costo de una construcción tradicional.

-¿Qué falta entonces para avanzar en planes de vivienda?

-Hay un tema importante, que es la legislación que todavía falta para reconocer sistemas constructivos con tierra. Ya existe todo un desarrollo que tiene que ver con la vivienda pero también con la infraestructura estatal- puestos de salud, escuelas, hospitales en el Norte-. Eso  es construcción con tierra que financió y construyó el Estado. Hay alrededor de veinte barrios de vivienda de interés social que han sido financiados con el FONAVI, pero todavía necesitamos la legislación adecuada.

-¿En cuántos distritos está legislado?

-Ya hay alrededor de catorce ordenanzas sancionadas y en reglamentación en cinco provincias. Nuestra idea, desde la Universidad, es trabajar con organismos como el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y otras universidades, para formar una comisión que comience a definir el diseño de normas IRAM, normas técnicas tan necesarias como las jurídicas.

Rodolfo RotondaroStephanie Bridger

-¿Podría decirse que esta tecnología, considerada “de punta”, es milenaria?

-Sí, el método en nuestra región tiene miles de años de antigüedad, sitios arqueológicos y moradas de poblaciones originarias están construidos con esta técnica.

-¿Cuál es la perdurabilidad de este tipo de arquitectura?

-Es más durable inclusive que cualquier material industrializado. Hay arquitecturas coloniales que tienen más de 400 años. Iglesias, algunos edificios que se usan como municipios, son de tierra revocada y cuentan con un mantenimiento lógico. Y en otras partes del mundo, hay sitios arqueológicos que superan los 7000 años de antigüedad. La durabilidad depende de la calidad con que se construya, como ocurre con cualquier otro elemento.

-¿Crece lentamente la actividad?

-Sí, claro. Desde 2010 hay un crecimiento de los grupos de ecologistas, arquitectos e ingenieros civiles que investigaron técnicas alternativas de construcción de bajo impacto ambiental y también surgieron movimientos de autoconstrucción, como la cooperativa Caminantes, en Mar del Plata. Nosotros somos Cátedra UNESCO y desde ese reconocimiento formamos alumnos, becarios y profesionales para de a poco ir generando un capital humano que pueda difundir y poner en marcha estas arquitecturas porque tenemos muchísimo patrimonio construido en tierra.

-¿Todavía hay pocos profesionales y técnicos trabajando en la materia?

-No está aún incorporada a la formación universitaria. Hay algunos colegios técnicos que lo están sumando a la currícula, pero recién en los últimos diez años. La formación de arquitectos e ingenieros es lenta, y va a llevar un tiempo. Y mano de obra hay sólo en las provincias donde se desarrolla la autoconstrucción.