A través del hecho artístico, se propone generar actos de transformación en comunidades vulnerables y con personas afectadas en algunos de sus derechos esenciales. La experiencia que se expande en distintos países.

Inspirado en las luchas campesinas contra la explotación en los años 60 en Brasil y basado en los conceptos de pedagogía del oprimido del educador popular Paulo Freire y en el efecto de distanciamiento de Bertolt Brecht, el ya fallecido activista, escritor y dramaturgo brasileño Arturo Boal creó un teatro alternativo a través del cual tanto los actores como los espectadores logran tomar conciencia de su realidad -en general conflictiva- y producir herramientas para cambiarla.

Entre los referentes actuales  de Teatro del Oprimido en Argentina y el mundo, se encuentra Raúl Shalom, quien desde los años 90, comenzó a trabajar en comunidades de bajos recursos y comprendió, junto a otros artistas y educadores, “que el arte y particularmente el teatro podía aportar a la reconstrucción del destruido tejido social en los sectores marginados que habían sido profundamente afectados”.  Fue así que comenzó su camino por esta técnica teatral que logra transformaciones reales.

-¿En qué consiste?

-Se trata de abordar conflictos personales y colectivos a través de una dinámica que invita a actuar y hacer actuar, a escenificar alternativas de cambio generando un debate y una problematización conjunta, que se constituye como un ensayo de nuestro hacer en la vida cotidiana.

-¿Qué transformaciones sociales en concreto se pueden lograr con esta técnica? 

-Teatro del oprimido nos invita a hacer y a promover el hacer. Porque los cambios se generan en la acción y el teatro es básicamente eso. No podemos cambiar aquello de lo que no hablamos. Por eso se propone ponerle el cuerpo a las dificultades y aprender de lo que nos pasa. Si bien, esta metodología no siempre promueve respuestas a los conflictos sociales, genera muchas preguntas lo cual ya es el principio para transformar la realidad. En concreto, con este teatro se da un aumento y mejora en la comunicación y se profundizan los vínculos al comprender más al otro y construir de forma colectiva y horizontal. Nos fortalecemos como personas, recuperamos el juego como herramienta de trabajo grupal y priorizamos lo colectivo por sobre lo individual. Si todos le pusiéramos el cuerpo a la necesidad del otro, seríamos otra sociedad.

-¿Cómo se trabaja particularmente en Argentina?

-Aquí el desarrollo es muy amplio y se expande por toda América Latina. Desde 2006, con un grupo de artistas y educadores, brindamos en múltiples espacios talleres vivenciales que llevan a la propia experiencia. Porque si uno quiere promover el cambio en la sociedad, hay que comenzar por uno mismo.

Una de las temáticas que más desarrollamos es la lucha por los derechos: de la mujer, de los jóvenes y niños; diversidad y la promoción de la igualdad Hay mucho desconocimiento y el teatro permite abordarlos, generar preguntas y construir respuestas.

-¿Qué resultados han obtenido a partir de los talleres?

-Todo nuestro trabajo evidencia que el método no solo aporta en las comunidades afectadas sino que brinda herramientas lúdicas y artísticas que permiten ampliar el horizonte de trabajo y construir nuevas estrategias educativas. En general trabajamos con gente privada de su libertad, personas con alguna discapacidad y poblaciones marginadas social y económicamente. A través de obras de teatro foro -método particular en el cual, una vez representado el espectáculo, los espectadores participan convirtiéndose en actores-  promovemos temáticas que son difíciles de abordar desde la palabra por lo que lo hacemos con técnicas corporales. El resultado: el cuerpo no miente y permite el abordaje y comprensión de temas tabú.

-¿Qué nuevos proyectos tienen en vista para este año?

-Vamos a continuar en la formación de grupos y en la creación de obras de teatro foro fortaleciendo el compromiso social de las nuevas generaciones, por un lado y multiplicando la metodología, por el otro.