Los padres de Dan Gromadzyn, fallecido en 2009 por un cáncer, continúan la tarea social de su hijo. El hilo conductor es crear sitios para compartir, ya sea un centro cultural en el conurbano o una plaza en Entre Ríos.

Paula y Jaim Gromadzyn son los padres de Dan, un joven hincha de Estudiantes de La Plata que dedicó gran parte de su vida a ayudar a los demás. En 2009, tras su muerte a causa de un cáncer, su familia y amigos lograron transformar el dolor en acciones solidarias cumpliendo con los valores y deseos de Dan. Así nació la asociación civil El Leoncito Dan. “Es lo que él hubiera querido”, afirmaron sus padres.

-¿Cómo surgió la idea?

Fundacion Leoncito DanRaúl Arcomano | Voces por la Justicia
El fanatismo Pincha se volvió ícono

Paula: Cuando Dan estaba internado seguía haciendo planes para el futuro y había ahorrado. Cuando falleció decidimos hacer lo que él hubiera querido: Ayudar. Así que donamos gran parte de esa plata a la Sociedad de Fomento de Claypole, uno de los lugares que Dan más quería. Allí, ante el sinsentido de la partida, nos pusimos a hacer y construimos el centro cultural El Leoncito Dan. Cuando terminamos pensamos que ya era tiempo de tirarnos a la cama a llorar. Pero ver a todos los chicos con remeras de El Leoncito nos sacó del cementerio. Y nos dimos cuenta que como padres podíamos hacer trascender el nombre de nuestro hijo haciendo lo que él hacía.

Jaim: Cuando pensamos cómo íbamos a llamar al centro cultural, elegimos un nombre infantil porque Dan amaba trabajar con chicos. Y además era fanático de Estudiantes de La Plata, por lo que solía presentarse con un títere de un león.

-¿De dónde sacaron la fuerza?

Paula: Yo creo que las personas no cambian. No hay nada comparable a la muerte de un hijo y nosotros nunca fuimos los mismos, pero la esencia es lo que marcó la diferencia entre tirarme en la cama a llorar o hacer algo positivo. Creo que de alguna manera, Dan me guía. Me vienen a la mente diálogos con él y así sé que estoy en el lugar correcto, haciendo lo que él hubiera querido que yo haga. Así, ya ayudamos a más de seis comunidades del interior del país.

Jaim: Cuando tomamos conciencia de la cantidad de voluntarios que se había sumado a ayudar, nos dimos cuenta que esto debía continuar. Muchos leoncitos (en referencia a los voluntarios) conocen a Dan sólo a través de nuestro relato y aún así, se apropian y multiplican sus valores. Ahí radica la fuerza. Con los años fuimos formando una cadena virtuosa porque a cada comunidad que se benefició con nuestros proyectos, le pedimos que intervenga como benefactora en otras actividades. Y ahí uno entiende que esto no tiene vuelta atrás.

Fundacion Leoncito DanRaúl Arcomano | Voces por la Justicia
Paula y Jaim: “Ante el sinsentido de la partida, nos pusimos a hacer”

-¿Qué les enseña esta experiencia?

Jaim: Que no siempre conocemos las verdaderas necesidades de las personas. Hace tres años nos pidieron una plaza en Rosario del Tala (Entre Ríos) y no entendíamos por qué si vivían en el medio del campo. Nos involucramos, construimos los juegos y vimos que desbordaba de gente. Ahí entendimos el verdadero sentido de lo que habíamos hecho y la importancia que el otro le daba a eso.

Paula: Entre tanto desafío llegó un momento en el que tuve que cambiar el chip y darme cuenta de que no sabía nada y que los mismos chicos a los que ayudamos tenían mucho que enseñarme y nosotros tanto para dar. Es increíble.

-¿Cómo era Dan?

Jaim: Un chico muy intenso, perfeccionista y sumamente apasionado en el amor, con sus amigos y en su trabajo. Se involucraba en muchos proyectos solidarios y todo lo que hacía, era como si lo hiciera por última vez.

Paula: Su impronta por ayudar y el respeto que tenía por el otro, lo caracterizaban. Entre el trabajo y la facultad no tenía mucho tiempo y aún así sostenía sus actos solidarios. Varias veces por mes iba a jugar con chicos en Claypole, dos veces por año viajaba a Córdoba a visitar escuelas y tres veces a Entre Ríos. Antes de irse al último viaje, Dan ya se sentía mal. Pero nos lo contó recién a su regreso y no antes. Así era Dan.

 

“Cuando terminamos el centro cultural pensamos que ya era tiempo de tirarnos a la cama a llorar. Ver a todos los chicos con remeras de El Leoncito nos sacó del cementerio”

 

-¿Cómo se ven a futuro?

Jaim: Es difícil pensar a futuro. Preferimos contestar “no sé” porque desde ese lugar es que podemos hacer responsablemente, construir y continuar ayudando. Pero tenemos un sueño: crecer y replicar a Dan. Que el mundo se llene de personas como él. Se trata del contagio de lo solidario. Ese es el sueño.