Hace nueve años que el equipo de fútbol femenino entrena en la villa 31. Además de jugar, la idea es que sea un espacio de pertenencia en el que puedan informarse sobre derechos sexuales y violencia de género.

El cambio lleva casi una década. Entonces, un grupo de mujeres adolescentes exigió su lugar en la cancha de fútbol del barrio y a pesar de la resistencia cultural, formó Las Aliadas, un equipo que recorrió el mundo. Mónica Santino es su directora técnica desde el comienzo. Hoy, junto a otras entrenadoras, asiste al barrio de forma voluntaria para enseñarles a chicas de entre 6 y 20 años algo más que a jugar a la pelota. En sus palabras: “Para las mujeres, el derecho al juego es una cuestión revolucionaria. Y aquí estamos”.

-¿Por qué comenzaron a jugar?

-El proyecto nació a fines de 2007, con una entrenadora de Estados Unidos que no podía creer que las mujeres no jugaran al fútbol en Argentina. Armó un grupo de unas diez chicas en la villa 31 y ahí me contactó. Yo trabajaba en un programa de fútbol femenino creado a partir de la inexistente oferta deportiva para mujeres en zonas excluidas de la ciudad. Las chicas querían jugar y esa posibilidad no estaba.

“El proyecto nació en 2007, con una entrenadora de Estados Unidos que no podía creer que las mujeres no jugaran al fútbol en Argentina”.

 

-¿Por qué la elección de ese deporte?

-El fútbol fija roles con una identidad masculina muy fuerte. Cuando una mujer juega y rompe eso, son muchas las cosas que cambian. Entonces, acá en el barrio empezamos a jugar, como excusa de trabajo de los estereotipos de género. También hablamos de derechos sexuales, salud reproductiva y embarazos adolescentes. El fútbol ofrece, así, la posibilidad de ver la vida con otro cristal. Además, levantó la autoestima de muchas chicas, las empoderó. Ahora levantan la cabeza y miran. Tienen un grupo de pertenencia y están orgullosas de su barrio. El juego las sacó del lugar de aislamiento. Por eso pensamos que es muy valioso como herramienta para erradicar la violencia de género.

-¿Con qué resistencias se encontraron?

-Al principio, los varones decían que no podíamos jugar, que estaban ellos, que nos corriéramos y se metían en nuestros partidos. Pero no bajamos los brazos. Con el correr del tiempo fuimos siendo más que ellos. Nos plantamos y logramos jugar esas dos horas que queríamos. Claro que la lucha sigue porque todavía hay disputas, como con los vestuarios. O nos piden plata sólo a nosotras para prender las luces. No hay un derecho pleno: está en construcción y es lo que estamos tratando de conquistar ahora.

“Al principio, los varones nos decían que no podíamos jugar, que estaban ellos, y se metían en nuestros partidos. Pero no bajamos los brazos”.

-¿Qué logros obtuvieron en estos años?

-El 6 noviembre de 2007 aparecimos en esta cancha, que era un potrero. No tenía reja, ni tribunas, ni sintético, nada. Así que acondicionarla fue muy importante. Pero la primera conquista de este grupo fue lograr que la cancha sea un espacio para mujeres en el horario de nuestro entrenamiento. Ahora los nenes más chicos juegan con nosotras y aprenden que somos iguales, entonces de grandes el trato va a ser distinto. Después, logramos tener un entrenamiento formal y construir un equipo técnico sólo de mujeres. Porque así las chicas tienen un espejo donde mirarse. Que piensen: “Si ella juega, yo también puedo”. También participamos de competencias internacionales: ya estuvimos en México, Brasil, Francia y Alemania. Organizamos torneos en el barrio, con equipos de afuera, o nos invitan a algún encuentro. Y algo muy valioso fue el documental “Mujeres con pelotas”, que cuenta la historia de Las Aliadas y la lucha por el derecho a jugar.

-¿Qué planes tienen para el futuro?

-Pasaron casi nueve años y, si bien no imaginábamos esto, todavía falta. Ahora la idea es poder replicar este proyecto en otros barrios y abrir un club deportivo de mujeres, a pesar de que nos digan que es un capricho. Desde el fútbol son muchos los derechos que pueden garantizarse. Vamos por eso y estamos felices de que lo que nos toca hacer acá.