Una quimera cimentada en el amor por la lectura y la capacidad de enfrentar desafíos sigue su marcha dieciséis años después de haber nacido en el calor de la necesidad de leer, a pesar de todas las dificultades.

Era principios de los 2000 cuando un grupo de personas ciegas y con discapacidades visuales amantes de la lectura e interesadas por las nuevas posibilidades tecnológicas que surgían decidieron crear una lista de correo para compartir los libros digitales que ellos mismos habían elaborado o conseguido. Eran apenas veinte títulos. Le pusieron de nombre Tiflolibros –el prefijo “tiflo” significa “ciego” en griego-. Dieciséis años después, hoy es la biblioteca digital accesible en español gratuita más importante del mundo.

La tecnología les permitió convertir libros de papel a un formato de audio. Con un escáner y un lector de pantalla, ya no era necesario conseguir personas que leyeran los textos, ahora podía ser en tiempo real. Tampoco era necesario cargar los tomos y tomos que ocupan los libros en braille. Las ganas de leer llenaron al grupo de determinación y voluntad. Apenas con una revista que explicaba cómo hacer un sitio web en pocos pasos, ellos lanzaron la suya. Nacía Tiflolibros.tiflonexos_09

Marta Traina es coordinadora de Tiflolibros y tenía 29 años cuando empezó a perder la visión. En ese entonces, cursaba la carrera de Comunicación y de pronto experimentó las dificultades para conseguir el material que necesitaba para rendir los exámenes.

“No había una dinámica para que un chico ciego pudiera estudiar, cada uno iba haciendo camino solo”, recuerda. Y fue en ese tránsito que en la Biblioteca Argentina para Ciegos (BAC) conoció a Pablo Lecuona, hoy director de Tiflolibros, y a otro grupo de personas con las mismas preocupaciones y ganas que ella. Lecuona todavía recuerda cuando en ese entonces él era empleado de la BAC y como las copias eran en cassettes y pocas, muchas veces las personas no podían acceder a los libros porque se quedaban sin copias. “La computadora nos dio la posibilidad de acceder de otra forma a los libros”, dice hoy.

Pablo Lecuona
Pablo Lecuona

La gran traba con la que se encontraron fue la legal, pero desde siempre defendieron que el derecho a la lectura y a la información está por encima de cualquier derecho de autor. “El libro braille es una versión de un libro que no paga copyright porque solo lo puede leer la gente que sabe braille. Pero en aquel momento no había una legislación que cubriera este nuevo formato”, explica Traina.

Después de mucho trabajo, lograron el reconocimiento en las leyes argentinas y en 2013, un tratado internacional ante la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual), que todavía los países están ratificando. Además de la distinción de la OEA.

Lecuona recuerda sesiones de la OMPI en que no lograban ponerse de acuerdo y él, desde Tiflolibros, insistiendo con la misma idea: “mientras discutíamos el riesgo que había para los titulares de los derechos de autor, había más chicos que no estaban pudiendo acceder a la educación, que dejaban la escuela porque no podían acceder a los libros. Y un chico que no puede educarse, tiene menos posibilidad de conseguir un empleo, y eso es más exclusión”.

Tiflonexos
Tiflonexos

Hicieron historia. Tiflolibros tiene hoy más de 50 mil libros y 7500 usuarios de 47 países.

El público de Tiflolibros es tan amplio como la oferta de libros de la biblioteca. Desde estudiantes que se reúnen y buscan allí materiales para terminar el colegio o hacer un terciario o una carrera universitaria hasta adultos mayores que empezaron a perder la visión.

“Tenemos un montón de personas de más de sesenta a la que la vida le cambió con la lista de correo, donde conocieron gente, se hicieron amigos, se fueron de viaje. No solo fue el acceso a la información sino a un mundo social al que no estaban en condiciones de acceder porque la ceguera también limita en ese sentido”, dice Traina.

Además de la oferta de libros, ofrecen muchos servicios para facilitar el acceso a la lectura, la educación, el deporte, la inclusión. Uno de ellos es la Red Mate, conformada por centros en Buenos Aires, Córdoba, Tucumán y Montevideo, que reúne familias con chicos con dificultades para la lectura. Cualquiera de ellos puede solicitar el contenido que les piden en la escuela y desde Tiflonexos, que es la organización que contiene a Tiflolibros y todas sus otras iniciativas, se contactan con la editorial para conseguir el archivo digital o hacer la adaptación.

Junto a un grupo de voluntarios, también organizan Tifloencuentros: salidas en bicicletas dobles con personas videntes y no videntes, salidas a correr y recorridos culturales con guías para acompañar a las familias. Para sostener el espacio, ofrecen además servicios pagos de impresión braille, adaptación de equipos técnicos y bastones.

El camino recorrido es inmenso, pero los desafíos son todavía muchos. “Solo llegamos al menos del uno por ciento de gente con discapacidades visuales en América Latina. Llegamos a mucha gente, pero nos falta”, dice Lecuona.

Existen barreras económicas de acceso a la tecnología pero también hay dificultades para acceder a un diagnóstico o incluso, reconocerlo. “Nosotros decimos que esto no es solo para personas ciegas si no para personas con problemas para la lectura”, aclara. Las barreras económicas también son internas. Todavía hoy es un desafío la sostenibilidad del proyecto. “Día a día hacemos magia para sostener lo básico”, dice.